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Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo

Una mirada a la ciencia que construye

Hoy, en la conmemoración del Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo, establecido por la ONU en 2001, vale la pena detenernos a pensar en la profundidad y el alcance de esta fecha.

La frase “ciencia para la paz y el desarrollo” encierra un significado cuyo poder, en ocasiones, no alcanzamos a dimensionar. Nos invita a reflexionar sobre el papel que la ciencia desempeña en nuestra vida cotidiana y en la construcción de sociedades más justas y sostenibles.

La ciencia nos ha dado respuestas sobre cómo funciona el mundo. En cada momento de nuestra rutina encontramos bienes y servicios posibles gracias a los avances científicos y tecnológicos: desde los dispositivos que nos conectan con personas en cualquier parte del planeta, hasta los alimentos que consumimos, resultado de procesos de selección, mejoramiento genético y colaboración internacional.

También gracias a la ciencia contamos con medicamentos y tratamientos que permiten enfrentar enfermedades y mejorar nuestra calidad de vida. Este vínculo entre ciencia y cotidianidad es tan constante que, a veces, lo damos por sentado.

Al revisar el propósito de este día, recordamos que garantizar el acceso a alimentos suficientes y nutritivos para toda la población es, en gran medida, tarea de la investigación científica. La agricultura, eje de la seguridad alimentaria, avanza gracias al conocimiento que une a quienes participan en cada etapa de la cadena alimentaria. Por ello, la celebración de este día enfatiza la importancia de impulsar la investigación en cada país y promover la cooperación internacional, especialmente en temas ligados a la producción de alimentos. La ciencia, cuando se comparte, se convierte en un puente que une a las naciones.

Pero el conocimiento no basta si no llega a todas las personas. Pensemos en una niña o un niño que observa cómo un frijol germina y se convierte en una planta que da origen a nuevos frijoles. Ese pequeño experimento encierra siglos de investigación sobre variedades, posibilidades de cultivo y su valor para la diversidad alimentaria. Nos recuerda que aún tenemos un vasto potencial por descubrir, cuidar y utilizar de manera responsable.

Los aportes de la ciencia deben inspirar a las nuevas generaciones a comprometerse con el entendimiento del cambio climático, con la construcción de paz, con el respeto entre individuos y comunidades, y con la conservación de los recursos que sostienen nuestro desarrollo. La alfabetización científica no solo informa: también empodera.
Es una tarea titánica, sí, pero no imposible cuando científicos, tomadores de decisiones y familias trabajan de manera conjunta. Si cada sector asume su parte, la ciencia puede seguir siendo un faro que ilumine el camino hacia un futuro más justo, sostenible y armónico.


Texto: Dra. Martha Isabel Torres Morán, directora de la División de Ciencias Agronómicas, CUCBA.
Guadalajara, Jalisco, 10 de noviembre de 2025