Mitos y realidades de la terapia con células madre
Cecilia Rico Fuentes, Universidad de Guadalajara
Una de las disciplinas biomédicas más prometedoras de los últimos tiempos es la medicina regenerativa o terapia con células madre. Consiste, básicamente, en reparar tejidos dañados insertando células capaces de transformarse en diferentes tejidos. No es de extrañar que levante tantas expectativas.
Dos tipos de “comodines celulares” hacen este trabajo: las células embrionarias, que dan origen a cualquier tipo de órgano, y las derivadas del adulto, programadas en el laboratorio para especializarse en el tejido requerido.
En el segundo caso, las células del donante son extraídas de la placenta, la piel, la médula ósea o la sangre periférica. Luego, se manipulan con sustancias químicas para inducir su especialización y se administran en la zona afectada a través de un injerto. Pueden usarse en el propio donante (trasplante autólogo) o a otro paciente (trasplante alogénico).
La terapia celular representa un gran desafío, ya que su aplicación a muchas enfermedades está en etapas tempranas de investigación. Debido a que se halla en constante desarrollo, existen algunos mitos en torno a esta tecnología.
Mito 1. Las células madre pueden curar cualquier enfermedad
No es cierto. Su eficacia depende del tipo de células utilizadas, la salud del paciente y la enfermedad específica. No garantiza la salud, pero puede retrasar el proceso de la enfermedad.
En el caso concreto de algunas dolencias, aplicar la terapia celular comporta un riesgo. Por ejemplo, la fibrodisplasia osificante progresiva transforma los músculos en hueso y, en consecuencia, las células son propensas a sufrir mutaciones. Tratar esta enfermedad con medicina regenerativa plantea todo un reto.
Mito 2. Las terapias con células madre son 100 % seguras
Aunque se manipulen en un laboratorio, no están libres de riesgos. Pueden causar efectos no deseados como infecciones, reacciones inmunológicas o incluso tumores. El cuerpo es inteligente y detecta estas células como extrañas, provocando una respuesta inmune.
Mito 3. Al utilizar nuestras propias células, no debería haber riesgos
Esto se desmiente con un argumento simple: al ser manipuladas en un ambiente externo, las células son muy sensibles y pueden generar mutaciones. Entonces, cuando entran en nuestro cuerpo, el sistema inmunológico detecta anomalías y procede a eliminarlas.
De hecho, en un estudio realizado con ratones en 2011, los investigadores ya observaron la aparición de tumores debido a la administración de células madre adultas. Era la manifestación de un rechazo a la terapia.
¿Como se puede evitar eso? Existen pruebas para identificar alteraciones cromosómicas, gracias a una técnica denominada cariotipo. Si estas mutaciones se detectan en el laboratorio, inmediatamente se descartan las células para la terapia.
Mito 4. Las células madre solo se obtienen de embriones humanos
Ya hemos explicado más arriba que existen células madre embrionarias y adultas. Además, tenemos claro que las primeras son superiores, ya que pueden generar un organismo completo. Aquí entra en un tema muy controvertido, ya que hay que tener en cuenta consideraciones éticas.
Determinar cuál es el momento en que un embrión se considera plenamente humano, con todos sus derechos como tal, no concita la unanimidad: mientras para algunos lo es desde el día uno (cuando los cromosomas de los gametos se combinan), otros creen que ese estatus moral no puede asignarse hasta la segunda o tercera semana de gestación. Debido a ello, existen limitaciones y controles estrictos para la investigación y la aprobación ética.
Asimismo, cualquier célula derivada de una persona contiene una gran cantidad de información privada, en forma de ADN. Si se utiliza de manera descuidada, puede violar la ley, la moralidad y la privacidad.
Mito 5. Dado su gran potencial, deberíamos usar células embrionarias
Es complejo desarrollar normas generalizadas para todo el mundo, pues, como hemos apuntado, entran en juego diversas convicciones morales.
Por ejemplo, en el Reino Unido, el uso de células embrionarias es ilegal con fines de fecundación in vitro. Sin embargo, sí se permite para la investigación. En Italia ocurre al contrario: está prohibida la investigación basada en este tipo de células, pero en cambio es legal si se emplean con fines de fecundación.
A pesar de ello, los avances tecnológicos nos permiten que los dos tipos de células descritas ofrezcan esperanza, ya que son capaces de sobrevivir, integrarse y madurar funcionalmente para convertirse en un tejido.
Mito 6. Las terapias con células madre están ampliamente disponibles
Aunque se han realizado avances significativos, muchas se encuentran en etapas iniciales de desarrollo. Además, no todas están disponibles y son costosas. Por ejemplo, en enfermedades genéticas como talasemia, el tratamiento tiene alta probabilidad de rechazo y resulta muy caro. Por lo tanto, la disponibilidad de estas terapias es una barrera que limita su acceso.
¿Qué podemos concluir de esto?
A pesar de los resultados prometedores, los problemas de seguridad siguen alimentando el debate. El desafío en la investigación radica en definir los mecanismos moleculares responsables de cambiar el destino celular después del trasplante. Es esencial estar informado sobre los riesgos y beneficios potenciales.
Además del factor ético, la investigación clínica debe respetar la dignidad y la protección de las personas. Esto se realiza mediante un documento legal que certifique el consentimiento informado.
La comunidad científica debe establecer un diálogo con el paciente, protegiendo su salud e integridad. En un futuro próximo, las células madre tendrán un impacto positivo en la salud humana. Garantizar la seguridad en su producción y aplicación contribuirá a eliminar barreras de la investigación.
Así que no confíe en la información en extremo optimista y observe que el procedimiento sea comprobado científicamente.
Cecilia Rico Fuentes, PhD student, Universidad de Guadalajara
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.